11 de mayo de 2013

Andalucía (un viaje personal)



1. Llegada a Sevilla

Los seguidores de este blog,  personal pero a la vez abierto a todo visitante ocasional o fiel, habrán observado que de tanto en tanto publicamos una reseña de algún viaje que hayamos podido realizar. Valga la aclaración de que estas notas son  un anecdotario personal antes que una crónica de viaje como las que solemos leer en publicaciones especializadas, llenas de datos e información útil para el eventual turista.



Aquí se relata una experiencia más, eso es todo. Unas veces las posibilidades económicas y las ocasiones nos llevan a lugares distantes, y otras, como en este caso, están circunscritas a la geografía nacional.

A modo de breve resumen inicial, digamos que conocimos el segundo mayor asentamiento arqueológico de la presencia romana en España, vimos por dentro una de las mayores bodegas de vinos y licores españoles de conocida marca, recorrimos en toda su extensión el Peñón de Gibraltar, vimos muy por encima  el Parque Nacional de Doñana, estuvimos en el puerto dónde Hernando de Magallanes zarpó para dar la vuelta al mundo, caminamos por las calles de dos de los tantos PUEBLOS BLANCOS de España, nos internamos en las callejuelas de la misteriosa Tánger y, también, tuvimos alguna decepción (ciudades a las que no le encontramos ningún atractivo).

Esta vez el número de viajeros triplicó a los aproximadamente 40 que estábamos acostumbrados, o sea que 120 personas con sus manías y apetencias exclusivas presagiaban un viaje caótico a menos que los guías que se nos había asignado estuviesen capacitados para conducir a un grupo numeroso y heterogéneo. 

Previendo esa contingencia la empresa organizadora designó por lo tanto a dos guías experimentados y, sobre todo, dotados de paciencia no exenta de firmeza; el resultado final no pudo ser mejor. Loreto y Mateos lograron que las 120 personalidades se diluyeran en una masa aborregada que siguió mansamente sus instrucciones, casi al pie de la letra.

Vamos entonces a iniciar el recorrido, y para ello nada mejor que recurrir a los apuntes diarios de mi acompañante, su memoria y sus fotos; este es un trabajo de equipo. La cita era a las 7:30 en el vestíbulo de la estación de Sants, en Barcelona, desde dónde el tren de alta velocidad AVE nos llevaría a Sevilla en poco más de cinco horas. Un parrafito para Sevilla, que figuraba en nuestra ruta solo como punto de llegada y partida. La ciudad andaluza merece una visita de por lo menos 4/5 días. Aquí sólo fue lugar de transbordo al autocar con el que haríamos todo el recorrido.

Sevilla
Viaje perfecto en el mejor medio de transporte que existe -para mi gusto-, el tren. Se puede caminar, ir a tomar un café y disfrutar del paisaje que íbamos dejando atrás a 300 kilómetros por hora. Una película para matizar (Argos, que ya habíamos visto), dormir o leer un libro. Después de sólo cinco paradas  llegamos a Sevilla, nos repartimos en los dos autocares y derecho a almorzar.

Los guías tuvieron el acierto de asignar a cada uno de nosotros el número de la mesa que debíamos ocupar en todos los sitios dónde íbamos a sentarnos para comer. De esta manera se estableció desde el primer día una relación más personalizada entre los viajeros, a diferencia de otros viajes en los que cada vez te encontrabas con personas distintas con las que había que "romper el hielo".

Sevilla

Después del almuerzo un poco de tiempo libre para caminar por los alrededores y a continuar viaje hasta el hotel de San Lúcar de Barrameda que sería nuestro alojamiento durante cinco días. En esta trayecto de 135 kilómetros pudimos conocer la personalidad del guía (Mateos) que nos tocó en suerte. Las explicaciones sobre el lugar en que nos encontrábamos eran matizadas con humor y chistes que este guía andaluz contaba con la gracia innata de los de su tierra.

El hotel Guadalquivir reunía todas las comodidades que un viajero normal puede pretender. Pero para llegar a nuestra habitación hubo que armarse de paciencia pues eramos 120 personas que debíamos bajar los equipajes y esperar en la recepción a que se nos asignara la habitación. Otro pequeño caos fue la cola frente a los ascensores, que lógicamente no daban abasto para tantos viajeros, unos pacientes y otros bufando como si con ello pudieran acelerar el trámite.

Sevilla
 La experiencia adquirida en viajes anteriores nos quita la ansiedad y la urgencia. No hay por qué tenerlas cuando sabes que no te vas a quedar sin comida y que el autocar partirá sólo cuando todos los pasajeros estén a bordo. Por lo tanto, mientras observábamos todas esas prisas sin sentido, nos dedicamos a uno de nuestros deportes preferidos: poner apodos según la apariencia y modos de comportarses: "El hurón", "El Gran Gatsby", "Dick Van Dyke veterano", "Porky", y algún otro. Pasatiempo inocente sólo para consumo propio.

Mateos ya lo advirtió claramente: quien pretendiera que este viaje fuese de descanso, lo tendría muy difícil; levantarse temprano, desayunar y partir hacia los puntos incluidos en el programa. Con esta premisa, nos acostamos en camas excepcionalmente cómodas, habitación espaciosa y temperatura muy agradable. Desde la recepción nos despertarían a la hora convenida. La primera visita: el asentamiento romano en Bolonia.




(Continuará)
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1 comentario:

martagbp dijo...

Que lindo paseo!! Cariños!!!