31 de agosto de 2014

Animales y Escritores

Son dos temas que despiertan mi interés: el mundo de los animales y cómo un escritor se refiere a ellos en algunos de sus textos. Este es el comienzo de una serie que irá ampliándose en la medida que ésto no vulnere algún derecho legal. Si ese fuera el caso, las personas afectadas no tienen más que decirlo y la nota será eliminada inmediatamente.

Hoy: Ryszard Kapuscinski y el león

(El siguiente es un extracto del libro Ébano, de Ryszard Kapuscinski, Editorial Anagrama, decimoquinta edición: febrero 2007)

"...El león que está en la plenitud de su edad no se muestra muy aficionado a la caza del hombre. Tiene sus propias costumbres cazadoras, sus sabores favoritos y sus preferencias culinarias. Le enloquece la carne de antílope y de cebra. También le gusta la jirafa, aunque esta resulta difícil de cazar, dados su tamaño y altura. Tampoco desprecia la ternera, por lo que los pastores encierran por la noche sus vacas en unos corrales que construyen en la selva con ramas espinosas. Semejantes cercas -que llaman goma- no siempre son un obstáculo eficaz, pues el león es un consumado saltarín y puede brincar por encima de la goma o hábilmente pasar por debajo de ella.

El león caza durante la noche y por lo general en manada, ingeniándoselas con sigilosos acechos y trampas. Justo antes de la caza, en la manada se lleva a cabo un reparto de papeles. La parte destinada a la batida empuja a las acosadas víctimas hacia las fauces de los cazadores. Las leonas son las más activas: son las que suelen atacar. Los machos son los primeros a la hora de disfrutar del festín: se atragantan con la sangre más fresca, engullen los trozos más suculentos y chupan la grasa de las médulas óseas.

Los leones se pasan el día entregados a dos actividades: digerir y dormitar. Apáticos e indolentes, durante horas permanecen tumbados a la sombra de las acacias. Ni siquiera provocados se lanzan al ataque. Si nos acercamos a ellos se levantarán y se alejarán de nosotros. Aunque es una maniobra arriesgada, pues el salto de este depredador no dura más que una fracción de segundo.


Cuando los leones salen de caza, lo anuncian con rugidos muy poderosos, que retumban por toda la sabana. Esta voz esparce un terror pánico entre los demás animales. Sólo los elefantes, que no temen a nadie, permanecen indiferentes ante semejantes trompetas de guerra. Los demás huyen despavoridos adonde pueden o se quedan allí donde estaban, paralizados por el miedo, y esperan hasta que el depredador salga de la oscuridad y les aseste el golpe mortal.

El león es un cazador hábil y temible durante unos veinte años. Luego empieza a envejecer. Sus músculos se debilitan, su velocidad se reduce y sus saltos se vuelven cada vez más cortos. Le resulta difícil alcanzar al asustadizo antílope y a la veloz y siempre alerta cebra. Hambriento, se convierte en una carga para la manada. Es un momento difícil para él:  la manada no tolera a los débiles y enfermos, por lo cual puede llegar a ser su víctima. Cada vez más a menudo tiene miedo de que los más jóvenes lo maten a mordiscos. Poco a poco se va separando de la manada, camina tras ella rezagado hasta que, finalmente, se queda solo..."
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